La secretaria del jeque by Susan Mallery

La secretaria del jeque by Susan Mallery

autor:Susan Mallery
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2005-01-01T03:00:00+00:00


Al final de la tarde Rafiq había aprendido mucho sobre la familia Hendrick en general y sobre Kiley en particular. Había hablado con sus dos hermanas y con su padre. Había oído la historia de su desastrosa aparición en un musical del colegio en el que descubrió que era incapaz de cantar y visto fotos suyas con el uniforme de animadora. La había visto reírse son sus hermanas, jugar con los niños y derretirse con la recién nacida.

Era parte de ese mundo y se le notaba el deseo sincero de ser madre y esposa. Jan Hendrick estuvo pendiente de todo el mundo. Se pasó la comida rellenando platos, repartiendo refrescos y limpiando a los más pequeños, y lo había hecho con una gracia que le había impresionado.

Le había gustado que lo aceptaran y que incluso, ocasionalmente, se olvidaran de quién era. Mientras estaba de pie en el patio trasero admirando las rosas, se preguntó cómo habría sido su vida si hubiera nacido en una familia así.

La puerta trasera se abrió, se dio la vuelta y vio salir a Jan.

—¿Puedo quedarme contigo? —preguntó ella.

—Me encantaría.

—Tienes una educación exquisita —dijo con un suspiro—. Supongo que es normal en un príncipe.

—Tuve institutrices y educadores que se tomaban la etiqueta muy en serio.

—No me lo puedo ni imaginar —se apoyó en una barandilla y lo miró—. Quiero darte las gracias por haber venido con Kiley. Estas últimas semanas han sido muy duras para ella.

Observó el pelo rubio de la señora. Había sólo unos pocos mechones grises, que le añadían atractivo. Tenía unos grandes ojos azules que su hija había heredado y una sonrisa rápida. Brillaba llena de vida y felicidad, como si tuviera todo lo que quería.

—Kiley se las ha arreglado muy bien —dijo él—. Estaría orgullosa de ella.

—Lo estoy, siempre lo estoy. Es una buena chica. Bueno, debería decir mujer. Ha crecido. Y ahora ha sufrido una gran decepción. Nunca he visto a Eric del modo que he visto a los maridos de mis otras dos hijas, pero creo que habíamos aprendido a quererlo. Ahora, al mirar hacia atrás, puedo ver que había señales, pero ninguno quisimos prestarles atención.

—Mejor que ella se haya dado cuenta ahora y no después de la boda.

—Estoy totalmente de acuerdo —lo miró con detenimiento—. No puedes imaginarte cómo me gustaría preguntarte por tus intenciones, pero no lo haré. Kiley puede arreglárselas ella sola. Aun así, no puedo evitar preocuparme.

—Es una mujer impresionante y siento un gran respeto por ella. No quiero hacerle ningún daño.

—Algunas veces no conseguimos lo que queremos. Me gustaría que fueras cuidadoso con su corazón. Eres la clase de hombre con quien sueña una mujer.

—¿Por qué? ¿Porque soy un príncipe? —sonrió.

—No diré que eso no es interesante, pero no es la principal razón. Hay algo en ti —lo tocó en el brazo—. Trata bien a mi hija. Eso es todo lo que puedo pedirte.

Jan entró en la casa. Rafiq la miró alejarse. Casi deseó haberle dicho la verdad. Que no tenía que preocuparse. Kiley se



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